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Los jefes o Caciques – Máxima autoridad en la comunidad taína, era un líder tanto espiritual como guerrero, asistido por ayudantes y un consejo de ancianos. También ejercían la función de jueces, imponiendo los castigos para las malas acciones; el incesto y el adulterio eran fuertemente condenados, el robo usualmente conducía a la muerte.

Al hablar de los caciques en su primer viaje, Cristóbal Colón refiere que “todos estos señores son de pocas palabras y muy lindas costumbres, y su mando es lo más con hacer señas con la mano, y luego es entendido que es maravilla.”4

Los caciques poseían el derecho a varias esposas aunque los taínos en general practicaban el matrimonio monogámico. La posición era de carácter hereditario y de estilo matrimonial, lo cual implica que al morir un cacique sin hijos la sucesión iba al hijo mayor de la hermana. Al parecer, también las mujeres podían alcanzar esta posición, como fue el caso de la cacica Anacaona, eliminada durante el periodo de la conquista.

Los Nitaínos – Eran los asistentes de los caciques, que siendo los hombres principales fueron llamados “nobles” por los Españoles. Las Casas los presenta como “Centuriones i Decuriones o jurados, que tenían debajo de su gobernación i regimiento otros muchos”.5

Los nitaínos supervisaban las labores comunales y eran los enviados a establecer relaciones de intercambio con otras regiones. Poseían las mejores canoas y se piensa que organizaban la transportación y el almacenamiento de las cosechas.

El Buhuitihu o Behique – Figura de mucha importancia, era el shamán o especie de hechicero–curandero que mantenía comunicación con las divinidades taínas. Responsable de velar por la salud de la comunidad y, probablemente, de confeccionar los ídolos y objetos ceremoniales.

Para ejercer una curación, el behique estaba obligado a seguir la misma dieta que el enfermo, y luego de pulgarlo, iniciaba una ceremonia en la que utilizaba polvos alucinógenos (cohoba). Al compás de maracas, entonaba cantos rituales para “hablar” con las divinidades o cemíes, quienes supuestamente le comunicaban el origen de la enfermedad pereciendo que el behique, al tomar el malestar en su cuerpo, literalmente se lo “arrancara” al enfermo. Antes de efectuar la curación, se introducía en la boca fragmentos de piedra o de hueso que luego escupía como símbolo de la enfermedad.

Aunque con buena dosis de superstición, los behiques poseyeron amplios conocimientos sobre plantas medicinales lo que contribuía a que efectivamente lograran aliviar a los enfermos de sus dolencias. Más le convenía, pues si el “paciente” fallecía, algunas veces los familiares se vengaban rompiéndole al behique todos los huesos del cuerpo.

Pueblo Común – El grueso de la población eran hombres y mujeres que trabajaban en las labores comunes para la subsistencia de la aldea.

Además de ayudar a sus maridos con los cultivos, las mujeres buscaban agua, preparaban los alimentos, confeccionaban la cerámica, la cestería y los tejidos de uso diario.

Los hombres recolectaban frutas, ejecutaban la tumba de arboles y preparaban los terrenos. Excelentes pescadores, utilizaron redes, azagayas y anzuelos de concha o de hueso. Otra técnica era la de atontar a los peces diluyendo en el agua el zumo de una planta llamada baiguá. Trabajaban también en la construcción de viviendas y proveían la materia prima para las diversas labores artesanales.

Naborias – Se encontraban bajo los taínos y eran considerados como siervos o sirvientes realizando los trabajos más pesados para el servicio directo del cacique. Es posible que hayan pertenecido a grupos anteriores que fueron sometidos por los taínos.